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24 octubre 2010 7 24 /10 /octubre /2010 16:53

Les Presento Mi Vida

 

Mi vida no era perfecta, trabajaba como secretaria de una editorial. Una de mis compañeras de trabajo, Amalia, era detestable, siempre se metía en vida e intentaba mejorarla. Cuando yo me mudé a mi departamento de dos ambientes en Palermo ella se mudó a uno de tres ambientes en Martínez, cuando me puse de novia ella se casó (Pero ahora está divorciada) y así podría seguir un largo rato. Las preguntas más frecuentes que Amalia me hacía eran: ¿Y, ya nos pusimos de novia? o ¿Te mudaste de ese espantoso departamento ya? Y cualquier tipo de preguntas de típica chusma de barrio que me irritaban constantemente. Amalia era de estatura baja, mediría un metro cincuenticinco Ojos miel un tanto saltones y pelo rubio hasta los hombros, totalmente resecado por tanta tintura, su color natural de pelo era castaño oscuro. En cuanto al cuerpo era un poco rellenita y con una nariz desproporcionada y grande, pero tenía lindas piernas. Normalmente vestía, un vestido ajustado color manteca hasta la rodilla, o variados colores y modelos, pero siempre ajustados (En invierno usaba medias de red o medias de vestir negras abajo del vestido) y botas negras altas o tacos aguja en verano.

Mi jefe era el dueño de la editorial, su nombre era Román Serranova. Él era muy atractivo, tenía un cuerpote italiano y unos ojos azules como el mar. Estaba profundamente enamorada de él. Era un jefe bastante benévolo.

Si hablamos de amor, a mi no me iba muy bien, mi novio había terminado conmigo hace dos semanas. Realmente lo agradecí, él era un arrogante. Hasta ese momento nuca me había casado ni había tenido ninguna relación muy duradera.

En cuánto a mi familia, yo no era de juntarme ni de hablar mucho con ellos, siempre estaba muy ocupada trabajando horas extras o durmiendo..

Físicamente todos me decían que era bonita. Mis ojos eran verdes, mi pelo castaño claro hasta la cintura y con flequillo, mi cara con pecas. Medía un metro sesentiocho.

Mi sueño era hacer un viaje, un viaje que me cambiaría la vida, pero mi sueldo me obligó a ahorrar mucho para conseguirlo. El 20 de septiembre, en dos semanas, me iba a ir de viaje a Paris, Francia

Una mañana cuando llegué a la editorial me encontré con Amalia.

–Hola Rebeca, Román me dió un aumento ¿a vos no?– Dijo con ese tono burlón que yo tanto detestaba.

–No se Amalia, todavía ni siquiera llegué –

–Ah, pero a mí me lo dio ayer, no creo que a vos te lo de hoy – De nuevo ese horrible tono.

–Bueno, gracias – Dije con sarcasmo y mucha ira.

Me fui a la oficina de Román. Lo vi sentado leyendo un manuscrito de una novela que publicaríamos pronto.

–Buenos días Román –

–Buenos días Rebeca, ¿Tenés un minuto? Quiero hablarte de algo importante –

–Sí, ¿De que me quiere hablar? – Me senté en el sillón de cuero que estaba en frente al escritorio.

–Verás, vos venís trabajando hace varios años en esta editorial ¿no? –

–Sí, exactamente tres años –

–Bueno, te voy a ascender a editora ¿Qué te parece?– Hizo una pausa para ver mi expresión de felicidad y luego continuó –Vas a tener tu propia oficina y Amalia va a ser tu asistente –

– (NOOOO, el sueño se volvió pesadilla, ¡Amalia va a estar conmigo todo el día! Lo único bueno es que iba a poder disfrutar de mi ascenso en su cara, pero creo que lo negativo gana) –

–Y ¿Qué te parece? –

–Me parece estupendo, muchas gracias Román – Intenté disimular mi cara de espanto, creo que lo hice bien porque enseguida se paró y me llevó hasta mi oficina. En la puerta tenía mi nombre grabado en una placa de metal dorada: “Rebeca Arias”

–Bienvenida a tu nueva oficina –

Mi oficina era preciosa, tenía una biblioteca del tamaño de mi cuarto, un escritorio de roble y una computadora nueva, entre otras cosas. Además estaba muy bien decorada, la alfombra era azul claro y sus paredes blancas, también había unas fotos mías y hermosos cuadros.

–Muchas gracias Román, es preciosa –

–Me alegro que te guste, pero tengo que ir a trabajar. En el segundo cajón de tu escritorio te dejé unos manuscritos para que leas. –

–Gracias –

Cuando Román se fue, me senté en mi silla de cuero, era tan cómoda. Me puse a reflexionar: “Por ahí trabajar con Amalia no sea tan malo, después de todo soy su jefa”.

Cinco minutos después, entró Amalia a mi oficina.

– ¿Te gusta? – Le pregunté con un tono burlón, el mismo que ella había usado conmigo esa mañana.

Pude observar su expresión llena de amargura, incluso me dió pena, pero no retiré la mirada fulminante que tenía sobre ella, tenía tantos recuerdos de cuánto ella había amargado m vida y ahora me tocaba a mí vengarme de todas aquellas maldades que me venía haciendo desde el secundario.

– Es bonita – Su boca escupió las palabras, llegó el momento en el que me cansé de aquel jueguito y le dije que me trajera una lagrima del café de la esquina. Le dí la plata, se dió media vuelta y desapareció por la puerta. Cuando se fue empecé a reírme a carcajadas, siempre había deseado tanto verle a Amalia esa cara.

Las dos semanas que faltaban para mi viaje pasaron volando, ese día llegó. Estaba muy ansiosa, mi vuelo salía a las 2 PM y eran las 9 AM. Este iba a ser mi primer viaje en avión, con 24 años nunca había viajado en uno. Mi hermana melliza, Romina, me llamó a las 10 para desearme un buen viaje y para recordarme que tenía que estar dos horas antes del vuelo en Ezeiza para hacer el “check-in”, también me explicó a dónde tenía que ir después de despachar las valijas. Romina sabía de viajes, ella había viajaba mucho.

Mis padres me pasaron a buscar por mi departamento a las 10:15 para llevarme.

En el viaje mi mamá parloteaba como un loro, y no dejaba de recordarme lo que tenía que hacer y a dónde tenía que ir en Paris, mientras ella hablaba, me pude echar una siesta de 15 minutos. Por suerte no había mucho tráfico, y llegué al aeropuerto a las 11:00.

Me despedí de mi papá y de mi mamá, que, como en toda ocasión especial, se emocionó y lloró.

- Mi vida… ya vas a viajar… en avión… abrigate, hace frío adentro del avión… mi pequeña creció – Sus palabras se interrumpían por su llanto, me limité a decirle:

-Mamá, ya no tengo quince años, sé manejarme- La imagen de mi madre era horrorosa, para colmo ella era de esas mujeres adictas al maquillaje, y ahora parecía la novia de Frankenstein.

Luego de una lluvia de besos, abrazos, llanto (de mi mamá) y un par de llamados de Romi, de mi hermano Juan Cruz y de unas amigas entré al aeropuerto sin mirar atrás. Mis vacaciones de un mes habían empezado.[...]

 

¡Ya se ha publicado la segunda parte de la historia!

Si quieres leerla entra en: La Aventura Comienza.

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Published by Marina Candela Asís - en Historias

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